Queridas y queridos mios, hoy nos convoca un tema que me encantaría saliera de mi corazón, pero sobre todo de mi gusto y esfuerzo por hacer deporte, pero no, sale desde la obligación y la obstinación.
Hace tiempo les conté que como buena gordita amorosa (no hay cosa que odié más que esas palabras, y si es pasivo-agresivo peor) me obligo a hacer deporte. Ya pasaron los tiempos en que fumaba y tomaba como energúmena y al otro día subía cerros como si nada. Esos días están más que lejos (aunque conservo las fotos como trofeos de guerra) y hoy ya no fumo, lo que tomo se traduce al tinto en las comidas y una que otra cerveza caribeña. Aún así tengo más kilos y menos aguante post fiesta, lo que atribuyo a los años de juerga y descuidos etílicos y alimenticios. Pero los años no solo traen achaques, sino que traen madurez (se supone) y cada día tengo más paciencia y empuje para hacer ejercicio.
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Olivia se presentó sola en mi busqueda en google. |
No comunicaré mis logros en el deporte (eso lo haré cuando cumpla el año y vea resultados positivos, espero) pero les puedo adelantar que voy hacia adelante, y a pesar de que cada día tengo que obligarme y agarrar mi trasero a dos manos voy sin falta a ejercitarme (aunque llueva o caigan rayos mi amol). Y cuando llego a mi súper grupo de zumba y/o baile afro me siento de lo más bien y quedo feliz de la vida. Lo que me compete hoy es la ropa deportiva, así de simple.
La primera vez que fui a una tienda a comprar algo específicamente deportivo vivía yo por tierras del Midwest gringo y me creía runner (que dicho sea de paso encuentro que es la palabra más sobrevalorada y pasá a caca del último tiempo). Recuerdo que fui a Nike y me compré las zapatillas más baratas y no tan rascas que encontré, también me compré un sostén deportivo, porque a pesar de que tengo menos pechuga que la Knightley igual me incomodaban al correr. Debo aclarar que mi runner style duro menos que un candy.
Luego paso el tiempo y volví a mi actividad favorita, el yoga. A yoga con suerte llevaba mi mat con el súper bolsito hecho por mi, pero de ropa nada especial. Como siempre me he creído estilosa (ríase y búrlese el que quiera) me ponía lo que encontraba lindo y estiloso - y abrigado- más que algo ad-hoc a la practica. Lo único que me preocupaba era que no se me subiera la ropa cuando me ponía -trataba con resultados penosos- cabeza abajo. Tiempo después cuando me di cuenta que si no hacía ejercicio con suerte llegaría sana a los 30 me metí a la piscina, me compré un traje de baño cuestión obvia (y un bolso precioso estilo bowling que me encanta y obvio que compré por lindo).
Hasta ahí mis compras deportivas fueron por necesidad (las zapatillas y el traje de baño) o por lindas en su mayoría, como las miles de poleras Adidas Originals que tengo y que con suerte sirven para subir escaleras pero pucha que son lindas las condenadas. Jamás le había tomado el peso a la importancia de la ropa deportiva hasta que llegue al Caribe.
Llegué a la isla del encanto (pasando el dato turístico) y trate de correr nuevamente, cosa que fue un breve romance y nada más, aunque espero retomarlo en un futuro. Luego encontré que cerca de mi hogar hacían zumba y baile afro y ya no había como hacerle el quite al ejercicio porque además era gratis y caminable. Cuando comencé me dije a mi misma "esto es baile no más, con calor, pero baile al fin y al cabo" así que me puse las zapatillas (las mismas que me compré en Chicago) un buzo y alguna polera roñosa que tenía por ahí. ¡Ay como me equivoque! Primero de baile nada, y segundo el calor, el CALOR que se siente al hacer deporte en el Caribe es indescriptible. El buzo se me caía y la polera entre que se me subía y quedaba empapada como si me hubiera pillado la lluvia, lo único que servía eran las zapatillas viejas y el sostén deportivo (usado después de que con un sostén NO deportivo se me saliera una pechuga en medio de un giro). Yo como soy porfiada, con suerte cambié el buzo por unas calzas que tenía por ahí, y como es de costumbre seguíamos con los errores, las calzas se me caían (y no por flaca, sino por viejas) las poleras con hoyos hacían pensar quizás que cosa de la niña que habla raro (o sea yo). Porque para que andamos con cosas aquí la gente es bien fashion-pintosos y todas mis compañeritas de punta en blanco con maquillaje resistente al agua y zapatillas a tono con la ropa y yo con poleras encloradas y/o con hoyos (como la h&m), zapatillas viejas y caracho rojo por el calor y la humedad. Sinceramente creo que les daba pena y estuvieron a punto se hacerme una intervención.
A pesar de todo lo que les conté aún no me caía la teja con la ropa, porque como yo soy apretá para algunas cosas me niego a comprar ropa para hacer deporte solo para verme bien si al minuto pareceré tomate transpirado (no así al revés que compro ropa deportiva que es linda pero no sirve para hacer deporte). Seguía haciendo ejercicios con mi ropa fea y rota y mis zapatillas viejas hasta que un día por cosas del destino compré en Gap una polera linda hermosa que pensé no era para hacer deporte pero me equivoqué, era ropa deportiva super ultra buena (eso era lo que decía la etiqueta). Se la trate de regalar a mi hermana y a mi mamá pero me mandaron a la punta del cerro, obligada me la traje de vuelta y la comencé a usar y me cambió la vida.
Bueno así como cambiar la vida no, pero hizo la GRAN diferencia y me hizo escribir esta entrada. La famosa polera es maravillosa: es cómoda, linda y lo mejor de todo es que se seca rápido y es transpirable. Ustedes comprenderan que aquí en el Caribe la humedad es altísima y hacer ejercicio es todo un cuento, además sumémosle la lluvia. Quedé tan encantada con la polera que me compré una segunda igual, además le sume unas calzas deportivas igual de buenas. Ahora soy una patuda con calzas pero es que llegué a la conclusión que son lejos lo mejor para hacer ejercicios porque son apretaditas entonces nada se arranca y con nada te enganchas (por lo menos aún tengo trasero de acero jajajá). Si pienso en las poleras rotas y feas o la que le sobró al peor es ná debo decir que nica vuelvo a ellas, pienso en lo realmente incomodas que son para hacer ejercicios, se corren y mueven, no se secan y además son feas. Mi conclusión con todo esto es que vale absolutamente la pena comprar ropa deportiva, quizás no la más cara ni un millón de prendas, pero por lo menos un par para ir rotando, no así con las zapatillas que según mis profundas y serias investigaciones* no está comprobado que alguna tecnología específica sea mejor o peor que otra. De hecho son las marcas y su afán publicitario las que nos hacen creer que una es mejor que otras porque científicamente está comprobado que lo mejor es correr descalzo y que entre más amortiguación exista es peor para el pie y el cuerpo completo. Por lo menos en el ejercicio en si, demás que algunas zapatillas tendrán mejor ventilación o mejores materiales. Lo que es yo ahora ando en busca de zapatillas y mi único requisito es que sean lindas jajajá.
Ahora si usted señor-señora representante de marca de zapatillas me lee y me quiere regalar un parcito me vendo pero feliz y digo y cuento al mundo entero que su marca es la mejor y que el resto es lo peor y no saben ná de ná.
Saludos!
*Por profundas y serias investigaciones me refiero a papers de gran renombre científico que leo en mis tiempos libres con un monóculo en la biblioteca o sea programas del cable, tonteras del Lun, vídeos de Youtube pero sobre todo cosas serias que lee mi marido y luego me cuenta y yo engancho, lo último es veldá!
Imágenes San Google!